A menudo sucede que, durante un viaje, nuestra alimentación no está tan cuidada y equilibrada como en nuestra vida diaria, hasta el punto en que puede resultar difícil asegurarnos de estar recibiendo todas las vitaminas que nuestro cuerpo necesita. Por suerte, hoy en día existen nuevas formas de incorporar vitaminas de forma práctica y sabrosa, de tal forma que podemos llevarlas fácilmente con nosotros estando de viaje. Veamos por qué puede interesarte hacerlo ¿Por qué es importante tomar vitaminas durante un viaje?Es sabido que nuestro organismo necesita vitaminas para que funcione correctamente, ya que ayudan a mejorar la absorción de nutrientes, mantener fuerte el sistema inmunológico y favorecer la salud de los músculos, los huesos e incluso la piel. Pero desgraciadamente, los cambios de hábitos que suelen traer consigo los viajes, como los distintos horarios de comida, el consumo de alimentos no habituales, o sencillamente el estrés, pueden alterar nuestro equilibrio nutricional. Esto es algo que podemos combatir si tomamos vitaminas en gominolas mientras viajamos. De esta forma, podemos contribuir a fortalecer nuestro cuerpo ante dichas alteraciones. ¿Por qué consumir vitaminas en gominolas?La respuesta es simple: pues porque se trata de una forma agradable y sencilla de incorporar las vitaminas que nuestro cuerpo necesita cuando estamos fuera de casa, reemplazando el consumo de suplementos en formato de cápsulas o tabletas. Por suerte, a día de hoy hay muchas opciones. Entre las vitaminas más comunes que podemos encontrar en gominolas y que podemos necesitar al viajar encontramos las siguientes. Vitamina C Imprescindible si deseas fortalecer el sistema inmunológico y mantener altas las defensas. En caso de resfriados, ayuda a una pronta recuperación. Vitamina D Sirve para mejorar y mantener la salud ósea, especialmente en caso de que estemos expuestos a poca luz solar. Perfecta si vas a viajar al norte durante el invierno. Vitamina B (B6, B12, ácido fólico) Son esenciales para el metabolismo y para combatir el cansancio, sobre todo en caso de viajes largos o diferencia horaria. Moringa: el superalimento ideal para tu viajeMás allá de las vitaminas clásicas, existen otros complementos a tener en cuenta a la hora de viajar. Y seguramente uno de los mejores si vas a moverte mucho es la moringa. Si no has oído hablar de ella, lo primero que debes saber es que se trata de una planta originaria de la India y otras regiones tropicales con una extraordinaria capacidad de brindar muchos nutrientes en pocas cantidades. Veamos algunos de sus principales beneficios. 1. Propiedades antioxidantes Ayuda a proteger las células del cuerpo ante los daños que genera la exposición a cambios de clima o estrés. 2. Fortalece el sistema inmunológico Su alto contenido en vitamina C permite reforzar nuestro sistema inmunológico ante diferentes ambientes y el contacto con nuevas personas. 3. Mejora la digestión Es lógico que surjan cambios en la dieta durante un viaje, por lo que resulta vital regular el tránsito intestinal, y la moringa lo hace posible a través de sus excelentes propiedades digestivas. 4. Aumenta los niveles de energía La moringa es rica en hierro y otros nutrientes esenciales, por lo que implica una forma natural de producir energía y evitar el cansancio. Cuida tu salud estés donde estésPero entonces, ¿es posible no descuidar la salud a la hora de viajar? La respuesta es un contundente “¡Sí!”. Las vitaminas en gominola y los suplementos como la moringa son opciones fantásticas para mantenerte fuerte, saludable y lleno de energía para disfrutar mucho más de cada nueva experiencia. ¡Compruébalo por ti mismo!
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LA LEYENDA DE LAS BURGAS Hace muchísimos años moraba en uno de los montes cercanos de Ribadavia, entre los riesgos de la altura un famoso asceta que atendía el culto de una pequeña ermita y pasaba la vida entre rezos y penitencias, ayunos y sacrificios. Era muy estimado de cuantos le conocían y , como sabían las dificultades que el santo varón tenía para su subsistencia, algunas veces le levaban alimentos, a la vez que iban en procura de sus consejos y bendiciones. Se llamaba Pedro y se decía que era hijo de unos campesinos; pero lo cierto es que de virtud y doctrina sabía más que el señor cura de la parroquia y hasta se susurraba que había hecho algunos milagros. Una vez , Pedro el ermitaño se sintió enfermo; fue en una tarde de otoño, cuando las hojas de los árboles amarilleaban y el sol se ocultaba entre reflejos dorados. -¡Bendito sea Dios!-se dijo-. Parece que Él me llama a sí. Soy ya muy viejo y alguna vez ha de acabarse la vida del hombre. Y resignadamente se sentó a la puerta de la ermita. Pero acertó a pasar por allí un joven pastor que conducía un rebaño de ovejas y , al verle tan caído le preguntó si necesitaba alguna cosa. -Me encuentro mal –respondió el santo-; pero Dios dispondrá lo que ha de ser. -Señor –dijo el joven-, yo voy camino de la aldea con estos carneros y cuando los haya dejado volveré con un médico. Y se fue aligerando el paso del rebaño que corrió monte abajo. Volvió ya con noche el pastor acompañado del médico, quien después de examinar a Pedro le dijo que tomara un cocimiento de unas hierbas que había llevado y que se amantar bien y se acostara. El mismo joven le preparó la tisana y le cubrió con una manta que traía. Después los dos se marcharon dejando a Pedro tranquilo aún cuando tosía con una tos seca de oveja, que se fue calmando hasta quedarse dormido. Desde entonces el pastor siempre procuraba pasar por la ermita y hacer un poco de compañía al señor Pedro, por lo cual éste se había encariñado con el rapaz, y le iba instruyendo y predicando la bondad. En Ribadavia había una callejuela muy antigua y en uno de los extremos de ellas existía una casa medio derruida en la cual vivía un viejo tabernero que tenía una hija llamada Aurora que era, como su mismo nombre, una bella aurora de mujer. Pero esta joven en aquel ambiente tabernario había recibido no muy santas enseñanzas volviéndose caprichosa al sentirse admirada y solicitada por muchos muchachos que deseaban obtener sus amores. Aurora sentía predilección por un mozo, que algunas veces acudía a la taberna para hacer algunas pequeñas compras. Aquel mozo parecía no darse cuenta de la impresión que su presencia producía en la tabernera lo que a ella la desesperaba y enardecía. Por fin después de muchos intentos que Aurora hizo para despertar el interés y el deseo del joven, ya que no el amor, el dijo un día: -¡Estoy enamorada de ti! Mírame, ¿no soy guapa? ¿no me quieres? -Si, eres guapa –respondió él- pero eres diabólica…, serías mi perdición- y se fue apresuradamente. Aurora se sintió humillada y herida en su amor propio y juró vengarse,. Y cuando otra vez volvió el muchacho a comprar un poco de sal y de azúcar, después de servírselo, y como estaban solos, le echó los brazos al cuello y lo besó, mientras le metía en el bolsillo alguna cosa de que él no pudo apercibirse. Y como él se apartó de ella bruscamente y huyó encolerizada la muchacha salió tras de él, gritando: -¡Al ladrón , al ladrón, detenedle!…- y , ala ves le tiraba piedras. El mozo corría y pronto le persiguieron algunas gentes. Otras mujeres del pueblo y mozalbetes le lanzaron también pedruscos; pronto el mozo fue derribado y muerto sin que muchos de sus perseguidores pudieran saber por qué. Pero en el farnel o zurrón que llevaba el infeliz se encontró el cáliz dela iglesia que había sido robado. Robado por Aurora para aquel objeto, porque quiso vengarse del desprecio. Se supo después que aquel mozo era el pastor que visitaba al ermitaño del monte y le llevaba algunas provisiones. Y el santo Pedro lloró la muerte de su joven amigo y tuvo también su momento de dolor y de coraje y el primer mal pensamiento en su vida ascética y humilde. Y se dice que el santo iba conduciendo los secretos canales del agua caliente de las Burgas hacia Rivadavia; pero ante aquella cruel acción de los que habían matado a un inocente, huyó para Ourense y allí hizo fluir las hirvientes y famosas “Burgas”. Después dice la leyenda extendió sobre las aguas del Miño su raída capa y, poniéndose sobre ella, se dejó ir con la corriente. En Tui existía en la catedral un letrero que decía: “Aquí nació y se enterró San Pedro González Telmo.”
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